YESO
Saberlo preparar
El yeso es el producto más práctico para ejecutar una infinidad de pequeñas reparaciones domésticas: tapar agujeros y grietas, recubrimiento y aislado de un muro antes de pintarlo, etc. Debemos pues, saberlo preparar y utilizarlo correctamente.
Son unas partículas blancas que, mezcladas con agua, adquieren una consistencia pastosa, acorde con la cantidad de agua usada. Al cabo de unos minutos (el tiempo que tarda en ser absorbido) la mezcla se vuelve más sólida y ya puede ser usada; se endurece rápidamente, quedando compacto y fuertemente adherido al soporte al cual ha sido aplicado.
Existen, fundamentalmente, tres tipos de yeso:
- El grueso, que viene en sacos de 40 kilos. Lo utilizaremos cuando la superficie a cubrir sea de una dimensión importante.
- El fino, que encontraremos en proporciones menores (bolsas de un kilo o de cinco) y que permite hacer un trabajo más limpio y acurado.
- El de enroscar. Es muy fino y hace posible modelar formas y ejecutar trabajos muy minuciosos.
Para las reparaciones en general, optaremos por el yeso fino. Es un poco más caro que el grueso pero tiene el beneficio que podremos obtenerlo en cantidades más pequeñas y realizar todo tipo de trabajos con el.
Antes de ponernos en marcha, debemos conocer algunas peculiaridades del producto:
- Resiste muy mal la humedad y deberíamos descartar-lo para cualquier tarea al aire libre. En estos casos, será más conveniente utilizar mortero o bien cemento.
- A pesar de que cuando está seco la mezcla queda muy compacta, no ofrece mucha resistencia. Para los huecos grandes necesitaríamos un gran volumen y, en este caso, deberíamos mezclar-lo con viruta.
- Una vez que haya prendido, el yeso se endurece rápidamente y no puede ser usado de nuevo. Ya no hay nada que hacer y será inútil añadirle agua para intentar modificar su consistencia.
- La mezcla tiene tendencia a formar grumos, que debilitan la resistencia del yeso. Así pues, debemos ser muy aplicados en el momento de la mezcla para conseguir una pasta untuosa.
Pasos a seguir:
Empezaremos preparando las proporciones de yeso y agua. Éstas serán distintas según la naturaleza del trabajo que vamos a realizar. Por ejemplo, cuando queramos preparar una capa muy tendida, necesitaremos una mezcla más aguada. Por lo contrario, prepararemos una mezcla más espesa cuando nuestra intención sea, por ejemplo, la de tapar una grieta.
Metemos el agua en una palangana o en un cubo de plástico. Siempre es el yeso el que se añade al agua: nunca verteremos el agua encima del yeso.
Añadimos el yeso dentro del agua, dejamos que se absorba durante unos treinta minutos y lo mezclamos suavemente sin batirlo (debemos evitar burbujas de agua) hasta que se haya disuelto del todo.
Si la mezcla tiende a agrumarse, debemos pastar-la rápidamente con las manos hasta que forme una masa bien homogénea. Si es un trabajo muy grande, nos pondremos unos guantes de goma.
Para que el yeso coja consistencia y esté listo para ser usado, dejamos reposar la mezcla durante un tiempo, nunca superior a cinco minutos, vigilándola con atención. Cuando ya adquiera la consistencia deseada, la utilizaremos al momento porque se endurecerá muy deprisa.
Si cuando haya cuajado, el resultado es demasiado líquido o demasiado pastoso para lo que lo vamos a usar, ya no hay nada que hacer. Lo tiramos y repetimos la operación!
El yeso se aplica con una hoja ligera (rasqueta o cuchillo plano). Lo cogemos en pequeñas porciones que nos permitan cubrir los agujeros y lo alisamos con la rasqueta. Retiramos el yeso excedente y limpiamos la herramientas y el recipiente cuando el yeso todavía esté fresco porque, si se ha secado, costará mucho más de sacar.